La sabiduría del Wu wei
Alguna vez te has detenido a mirar a un gato persiguiendo su propia cola. Gira sobre sí mismo una y otra vez, convencido de que, si insiste un poco más, si acelera el paso o calcula mejor su salto, logrará atrapar aquello que tanto anhela. Pero cuanto más lo intenta, más ilusoria se vuelve su meta. Hasta que, agotado, se detiene, bosteza, se estira y, con la elegancia natural de quien no ha perdido la dignidad, comienza a lamer sus patas con calma. Es entonces, en ese instante de rendición tranquila, cuando advierte que su cola yace a su lado, donde siempre estuvo.
Esa pequeña escena, tan cotidiana y doméstica, encierra la gran metáfora de la existencia humana. Pasamos la vida entera dando vueltas, persiguiendo sombras que llamamos felicidad, amor, éxito o reconocimiento. Nos movemos con la fe de que si nos esforzamos un poco más, si planificamos con precisión, si lo controlamos todo, por fin alcanzaremos la paz. Pero cuanto más apretamos el puño, más se nos escapa la arena. Cuanto más forzamos, más nos alejamos del cauce natural del río.